Pues no es que vaya a comparar una observación puntual con el fárrago de estudios científicos de sesudos investigadores que ominosamente nos anuncian el fin del mundo tal y como lo conocemos. Es que ya estoy un poco harto de jeremias y casandras y de las quejas de “la caló”, cuando a mi me parece que hay poco nuevo bajo el sol que nos calienta y que el tiempo meteorológico siempre ha estado un poco loco y nunca llueve a gusto de todos.
El caso es que el 5 de mayo de este año del señor, la “gola de mitjorn”, la boca más meridional del río Ebro, no llega al mar. Una barra de arena de unos
O sea, que el nivel del mar no ha subido, de momento. Y el delta se despierta algo más húmedo porque estamos ya en época de siembra del arroz.
Lo que los científicos vaticinan como consecuencia de las evidencias de aumento de la concentración de gases con efecto invernadero son cambios a medio plazo y que los humanos no vamos a percibir. O por lo menos no lo vamos a notar en la factura de la calefacción.
Los registros de temperatura que afirman que los últimos años han sido los más cálidos del siglo (pasado) no me dan ni frío ni calor. Lo de los glaciares y el casquete polar está dentro de lo que puede pasar por mil motivos. Mientras el polo norte disminuye su hielo hay evidencia de que en
Este invierno ha nevado poco en el Pirineo. Pero también nevó poco hace unos años en Sierra Nevada cuando tuvieron que suspender el mundial de ski. Si se mira al pasado siempre los tiempos, atmosféricos y vitales fueron distintos. En el siglo XV François Villon, en su «Ballade des dames du temps jadis» se preguntaba que a donde habían ido a parar las nieves de antaño (“Mais où sont les neiges d’antan?”). En la misma época Jorge Manrique opinaba que “cualquiera tiempo pasado fue mejor” y algo más sobre las vidas y los ríos que van a morir al mar.
Pues el ramal sur del Ebro no “muere” en el mar. Ahí sigue, vivito y coleando, alimentando grullas y regando arrozales. Y cualquiera tiempo pasado fue simplemente igual y, en algunas cosas, bastante peor.
Lo que no cambia es el interés de los poderosos en meternos miedo a los humanos de a pie. No sea que vayamos a creernos que el mundo es nuestro y no suyo y se lo quitemos.
Decidle a Al Gore de mi parte que, cuando se vaya, no se olvide de apagar el televisor.