Friday, October 18, 2013

Bullangues

Perdidos en la niebla de la historia, ciertos acontecimientos recuperan actualidad cuando se recuerdan situaciones similares.
Mi padre decía que en esta parte del mundo, la gente siempre va detrás de los curas, a veces con un cirio, a veces con una antorcha.
Para quien no lo recuerde, se llamaban bullangues las revueltas y disturbios que tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XIX en Cataluña, consistentes en asaltos, destrucción de instituciones religiosas y muerte de sus miembros destacados.
En medio de la confusión política por la sucesión del reino de España que representaron las guerras carlistas, se produjeron diferentes hechos violentos. Algunos protagonizados por lo que hemos conocido como "curas trabucaires" desencadenaron respuestas violentas por parte de la población contra los clérigos y sus instituciones y pertenencias. Iniciadas en Reus (1836) y muy probablemente atizadas por los burgueses propietarios de fábricas y almacenes que querían distraer las iras del pueblo lejos de ellos mismos y hacia otros objetivos. Los mismos industriales que facilitaron a los sublevados el acceso a sustancias inflamables, principalmente aceite de trementina, con las que fabricar artefactos incendiarios, predecesores de lo que después se conoció como cóctel molotov.
En parte apaciguadas por las decisiones del gobierno sobre lo que se conoce como "la desamortización de Mendizábal", reaparecieron en los años 40 del siglo en Barcelona y otras ciudades. La bullanga de 1837 acabó con el fusilamiento de Ramón Xaudaró y el desarme de la Milicia Nacional, y la de 1842 con el bombardeo de Barcelona por Espartero. La última, descrita así en la Encicopèdia Catalana, "la bullanga de la Jamancia nombre con el que fue conocida la bullanga de Barcelona de 1843. El nombre provenía del verbo caló jamar('comer'), y aludía humorísticamente a los miembros del Batallón de la Blusa y los otros cuerpos de voluntarios que quizás se habían apuntado para comer gratis y cobrar el estipendio (cinco reales diarios ). La revuelta se inició como ayuda a la insurrección general contra Espartero, que acabó con el derrocamiento de éste, pero pronto se volvió contra el nuevo gobierno de Madrid. El fin de la lucha representó el sometimiento definitivo de Barcelona al gobierno de Madrid y en la centralización a ultranza. "
En julio de 1936, un siglo después, la revolución que estalló en respuesta al levantamiento antigubernamental del ejército de África, tuvo muchos elementos de las antiguas bullangues: asesinato de clérigos y frailes, incendios de iglesias y conventos.
Más de tres cuartos de siglo después en Tarragona se ha procedido, por parte de la iglesia católica, a la beatificación como mártires de unas 500 de esas víctimas. Como organización privada, la iglesia es muy libre de hacer lo que más le guste con su liturgia y la memoria de sus miembros. Quedarán las dudas de porqué ahora, porqué estos y no otros, cuando se han contabilizado en más de 9.000 los curas y frailes (y algunas monjas) muertos durante la Guerra civil española. Y lo que representan, unos y otros, dentro del medio millón de víctimas de la guerra, la mitad durante la represión una vez terminadas las hostilidades, tan pobremente recordados.
Todo esto no parece que contribuya ni al perdón ni al olvido. Continuaremos cargando sobre nuestras espaldas la maldita carga de la violencia de la Guerra Civil y las bullangas. Y no podremos pararnos a juzgarlas.
Xavier Allué
Octubre de 2013

(Publicado en catalán anteriormente en La página de REDAM)