BIO-
Anselmo Allué de Horna (Zamora, 20 abril
1912-Tarragona 16 junio 1990), médico pediatra que ejerció durante treinta y
cinco años en la ciudad de Tarragona.
Nació en Zamora, donde vivió sus primeros
años, hasta que su familia se trasladó a Valladolid donde cursó los estudios de
medicina en su facultad.
Durante la dictadura de Primo de Rivera,
siendo estudiante y afiliado a la FUE, participó como activista republicano en
diversos actos reivindicativos por los que fue encarcelado en la prisión de
Peñafiel, beneficiándose de la amnistía promulgada con el advenimiento de la II
República.
Concluyó sus estudios y comenzó a trabajar
como profesor ayudante de la cátedra de Cirugía en la Facultad de Medicina de
Valladolid y, durante unos meses, de médico en Urueña, un pueblo cercano.
Historia militar. Realizó el servicio militar
en la Academia de Caballería, como soldado de reemplazo sin graduación. Al
estallar la Guerra civil se encontraba en Vigo, dónde inicialmente y en medio
de la confusión, la sublevación se hizo a los gritos de ¡Viva La República! y
¡Viva Franco! Pero al los pocos días, se trasladó de vuelta a Valladolid donde
supo que estaba amenazado de muerte por los pistoleros falangistas. Para
refugiarse se acogió a su antiguo destino en la Academia de Caballería, de
donde a los pocos días salió alistado en una de las columnas del ejército
rebelde que reforzaron el frente establecido en la sierra de Guadarrama,
destinado a una batería de campaña. Participó en acciones de guerra en el
sector del Alto del León hasta mediados de 1937, que su unidad fue trasladada
al frente de Extremadura. Alcanzó el grado de sargento de Artillería, pero,
relegados a un cierto olvido sus antecedentes, hizo valer su condición de
médico y fue promovido a alférez provisional y a las pocas semanas confirmado
como teniente médico del batallón.
En un permiso en la ciudad de Mérida conoció e
inició relaciones con quien luego sería su mujer, Manola Martínez.
El 18 de agosto de 1938, en el curso de la
retirada ante la ofensiva del ejército republicano desencadenada para intentar
aliviar la presión del ejército sublevado en la batalla del Ebro, el camión en
el que se trasladaba recibió un impacto de artillería, salvando la vida por los
pelos, pero sufriendo unas graves quemaduras que condicionaron su vida para
siempre. Evacuado primero a un hospital de sangre y más tarde a un hospital
militar en Cádiz, sobrevivió diversos avatares clínicos al tener más del 65% de
la superficie cutánea, de los que no queda memoria escrita. Parcialmente
recuperado, fue trasladado a un hospital al otro extremo del país, a San
Sebastián, en donde disponían de mejores recursos de cirugía plástica y donde
le trataron con radioterapia algunos queloides que se le desarrollaron en la
cara.
A la conclusión de la guerra y reintegrado a
la vida civil, debido a sus lesiones en las manos se vio obligado a dejar su
vocación de cirujano y cambió de trayectoria profesional. En 1941 realizó con éxito
unas oposiciones al cuerpo de Puericultores del estado, con lo que inicia lo
que fue su dedicación profesional a lo largo de más de cuatro décadas. Su
primer destino fue en la Delegación de Provincial de Sanidad de Zamora, su
ciudad natal. Al poco tiempo contrajo matrimonio y se estableció como médico de
niños en una consulta en la calle de Benavente en la propia ciudad de Zamora.
La Semana santa zamorana. Anselmo había
heredado de su tio materno, Ramiro Horna, una afición por las actividades entre
culturales, tradicionales, folklóricas y religiosas que componen la Semana
Santa zamorana. Miembro de varias de las cofradías antiguas, participó como
cofundador de la cofradía de Ex combatientes y la de Jesús Yacente, que
contribuyeron a completar los desfiles procesionales de Zamora durante toda la
Semana santa. En esta época publico varios artículos de prensa y un par de
opúsculos sobre la Semana Santa que le otorgaron un cierto prestigio entre los
ambientes semanasanteros que, pasados los años, tuvo un reconocimiento
continuado.
En 1947 y por razones que nunca quedaron bien
explicadas, solicitó el traslado a la plaza vacante de Puericultor del Estado
en Tarragona, a donde se trasladó en agosto de ese año, abriendo consulta como
médico de niños en la Plaza de Prim, donde la mantuvo hasta su jubilación.
A mediados de los años cincuenta, con el
desarrollo del Seguro Obligatorio de Enfermedad, accedió al cargo de Pediatra
Consultor y responsable de los precarios servicios de hospitalización que
utilizaban las dependencias del hospital de San pablo y Santa Tecla para la
patología general pediátrica y las de la casa de salud Nuestra Señora de la
Salud, conocida como “Casa Blanca”, para la patología infecciosa.
Otro percance personal. En el verano de 1958
sufrió un grave accidente de tránsito a resultas del cual quedó parapléjico.
Sin embargo, después de un largo período de hospitalización, retornó a su
práctica asistencial que a partir de entonces desarrolló desde una silla de
ruedas.
Con la construcción de la Residencia Sanitaria
Juan XXIII, luego Hospital de Tarragona Juan XXIII, asumió el cargo de Jefe del
Servicio de Pediatría en 1967 que mantuvo hasta su jubilación en
1982.
Al iniciarse los estudios universitarios del
Camp de Tarragona como una división de la Universidad de Barcelona, se
incorporó como profesor asociado en la facultad de Letras, impartiendo cursos
de Psicología y desarrollo infantil en el ámbito de la Pedagogía.
Con su esposa de cuarenta años, de la que
enviudó en 1981, tuvo cuatro hijos y de ellos ocho nietos.
Falleció en su domicilio de una afección
coronaria a los 78 años.
Publico múltiples artículos de prensa y
también varios trabajos científicos, sobre todo en los años cuarenta. Existe
una novela suya inédita “Sede vacante”,
ambientada en una población provinciana alrededor de la muerte del obispo
titular. Fue miembro de varias sociedades científicas y culturales y en 1960
fue nombrado pediatra de honor de la Asociación Española de Pediatría.