Puede que cuarenta años sean suficientes, o quizá no, para re-evaluar un acontecimiento histórico político que tuvo efectos determinantes en la evolución de la vida política del estado español. Muy probablemente la intentona del Tejero interrumpió otros planes de mayor enjundia y, también, muy probablemente más aviesas intenciones. En cualquier caso, sirvió como de vacuna para otros intentos.
La reacción del rey bien pudo ser una de miedo y el convencimiento especialmente enfatizado por la reina Sofía por la experiencia de su hermano, de que cualquier evolución , a la corta o a la larga, le costaría el trono.
Los tejemanejes posteriores sirvieron para dar efectividad al “golpe de timón” de la LOAPA y, más tarde, la chapuza del estado de las Autonomías y el “café para todos” con lo que diluir las reivindicaciones vascas y catalanas.
Lo que no se sabe:
- La participación del rey.
Metido hasta las trancas en la decisión de quitar de enmedio a Adolfo Suárez y su gobierno, y promover un gobierno militar que desplazase a los “rojos” del escenario político. Cuando vió que el golpe de Tejero incluía su participación directa y que no podía contar con la unanimidad entre los militares, se echó “patrás”.
- La participación de las potencias extranjeras, USA y otros.
Ronald Reagan hacía apenas un mes que había accedido a la presidencia, tras los cuatro años de la presidencia demócrata de Jimmy Carter. Lo que supiesen o hiciesen está por determinar (en 10 años serán publicos los registros secretos). Sí se conoce la absoluta reprimenda de Margaret Thatcher al gobierno español.
- La evaluación de los militares de la OTAN.
Mientras que estudiaban la incorporación de España, de la España democrática al esfuerzo defensivo de la alianza, por encima y al lado del convenio con los Estados Unidos y un mayor compromiso “europeo”, la actitud antidemocrática de los militares españoles cayó muy mal en Bruselas.
- El papel de los “eurocomunistas” y el conocimiento que pudiese tener la URSS de la política española.
- El dinero... o los dineros
Un consejo para el seguimiento de las conspiraciones arranca del affaire Watergate, cuando se le dijo a los investigadores: “Follow the money trail”, sigue el rastro del dinero.
No es concebible una aventura como un golpe de estado sin una financiación previa y sustancial. O substanciosa. Dineros que tienen que servir para allanar obstáculos, sumar voluntades, consolidar lealtades y de una u otra forma lubricar el proceso.
Contemplando como se contempla la participación de fuerzas militares, es mandatorio recordar que los soldados actúan por la soldada. Patriotismos, ideologías, compromisos políticos, visiones más o menos mesiánicas están bien para los civiles. Pero los militares saben que se juegan la vida y, para un profesional, eso tiene un precio. Tanto más cuanto una acción violenta se puede llegar a concebir cómo comienza, pero no hay ninguna garantía para saber cómo va a concluir. El dinero actúa de colchón ante la eventualidad de un fracaso. Además es un signo de cual es el nivel de compromiso de quienes tienen dinero, el dinero. Hay que saber cuanto quieren jugarse en la aventura.
Se ha comentado, escrito, filmado y hasta fabulado sobre el golpe de estado de febrero de 1981 con considerable profusión. Pero se ha hablado muy poco del dinero del golpe. La única referencia dineraria publicaa fue la oferta a Tejero, cuando ya se daba la intentona por fracasada, de ocho millones de pesetas y un avión para salir del país, que no fue aceptada. No sabremos si por inadecuada o simplemente escasa. 8 kilos, incluso en la época, no dan (daban) para mucho. Apenas para comprar una vivienda a los precios de mercado entonces.
El relato oculto indica que en aquellos momentos de la transición de la dictadura a lo que quisieron decir que era la democracia, había en marcha hasta tres conspiraciones para echar por la fuerza a Adolfo Suárez del gobierno antes de concluir la legislatura. Según fuentes diversas había una conspiración de extremistas franquistas reclacitrantes, que estaban dispuestos a actuar violentamente y llevarse por delante a todo el que se opusiera, para restablecer un gobierno militar que tenía pendiente la designación del líder. Se había ido gestando en los cuartos de banderas, principalmente en la División Acorazada Brunete, y la propuesta incluía la toma violenta del poder asaltando los núcleos más importantes como la Moncloa.
Había un segundo proyecto, igualmente de origen militar, que contaba con el apoyo decidido del monarca, que se entraba en el pronunciamiento simultáneo en las capitanías generales del territorio, con la propuesta de la formación de un gobierno de salvación nacional de frente amplio de derechas, en el que incluso se contaba con la colaboración o participación de algún partido de lo que había sido la izquierda antifranquista como el PSOE. Sus muñidores estaban en el núcleo de la seguridad del estado y sus servicios secretos.
El tercero, que se adelantó a los otros, fue el que protagonizó Tejero, apoyado en conspiradores natos como Milans, y desde los servicios de información de la Guardia Civil, especialmente como reacción corporativa a los asesinatos de miembros del cuerpo por parte del terrorismo independentista vasco.
Unos querían volver al franquismo más rancio. Los segundos querían reorientar el camino iniciado con la Constitución que, es bien sabido, se había redactado con correcciones diarias del Estado Mayor Central, especialmente en lo referente al estado de la Autonomías, pero manteniendo un esquema democrático que resultara aceptable por parte de las potencias europeas y la UE, en cuyo seno esperaban acogerse pronto. El tercer esquema se basaba más en la venganza por los muertos del terrorismo, menos elaborado y con notables incertidumbres.
Es conocida la anécdota del rey brindando con champan al recibir la noticia del asalto al Congreso que duró hasta que le advirtieron que lo de Tejero no era lo previsto. Ahí empieza el frenesí de las llamadas de teléfono, inicialmente para recabar información sobre lo pensaban hacer los Capitanes Generales y para contener en lo posible que la Brunete no se desmandara. Pero, e inmediatamente, para aclarar la situación y comprobar los compromisos. Y uno de los puntos más importante fue el dinero. Como la situación se había precipitado, los dineros que se habían prometido “para cuando florezcan los almendros” que, en Madrid quiere decir en marzo o después, no habían llegado a sus destinos.
Nunca lo explicarán, pero una buena parte de las conversaciones con los Capitanes generales fueron sobre “¿Qué hay de lo mío?” o “¿Qué hay de lo pactado?”. Y a esas preguntas el rey no tenía respuesta porque las negociaciones se habían hecho desde otros niveles del poder. Y mucho menos lo reconocerán los que teóricamente iban a aportar el dinero, es decir los que tienen, tenían, y siguen teniendo dinero de sobras para comprarse una docena de generales, que nunca han sido muy caros.
En medio del lío conviene recordar lo que fue la actitud del gobierno americano. Apenas unas semanas de la toma de posesión del presidente Reagan, la CIA que dirigía el almirante Stansfield Turner cambió de amo el 20 de enero por el designado nuevo jefe de la inteligencia americana William J. Casey. Casey, un veterano de los servicios de inteligencia y de la diplomacia americanos, probablemente podía estar al corriente de lo que estaba sucediendo en España. Terence Todman era el embajador americano en España, con una larga carrera diplomática en países de habla hispana, y que de buen seguro estaba muy al tanto de lo que podía estar pasando. Militar en la reserva, pero militar al fin y al cabo, su principal preocupación era el mantenimiento y funcionamiento normal de las bases militares de Rota, Morón, Torrejón y Zaragoza, estando como se estaba en medio de la Guerra fría y un cambio presidencial. Sin dejar de entender la inestabilidad del gobierno de la UCD y de lo que pensaban los militares. No es fácil saber si puso o no dinero en alguna apuesta, pero le tomó diez largas horas al departamento de Estado sacar una nota diciendo que la toma del Congreso por Tejero era “un asunto interno de España”.
Si Tejero, entonces un teniente coronel, valía ocho millones, igual el precio de un general andaba por los 15 o 16. Multiplicado por la docena de capitanías y alguno más de la JUJEM, el monto podía alcanzar los 200 millones de pesetonas, una miseria para la plutocracia española de la época.
Aunque pertenece a una época anterior, que las voluntades de los altos cargos militares se puedan pignorar era conocido desde el dinero que se gastó el gobierno británico, durante la II Guerra mundial, en los militares más influyentes de las fuerzas armadas españolas para que mantuviesen una postura contraria a la participación de España en la guerra a favor del Eje. No está claro cuanto supo de ello Franco, pero lo cierto es que la actitud de la cúpula militar ayudó al dictador a adoptar la ambigüedad calculada de la no-intervención, con la excepción más o menos simbólica de la División Azul que organizaron los falangistas más unos cuantos guardias civiles.
En resumen, que en el golpe de estado del 23F se movió dinero, aunque muy probablemente no alcanzó a llegar a su destino propuesto. Y es por eso que podemos decir que fracasó el golpe. ¿Vale?.
Febrero-Abril 2021