... el ejército del Ebro/Rumba la rumba bum/ una noche el rio pasó, ay! Carmela, ay! Carmela...
Y se quedó allí ciento quince días para intentar, por última vez, cambiar el rumbo de la historia, que no ya el de la Guerra Civil Española.
Como episodio histórico ha merecido este fin de semana pasado, alrededor de la festividad de Sant Jaume, un congreso internacional con más de quinientos asistentes.
El Ejército del Ebro, la Agrupación de Fuerzas del Ebro o el Ejército de Cataluña siguiendo los planes del general Vicente Rojo, llevó a cabo una ofensiva con el objeto de fijar el avance de las fuerzas hacia Valencia y Cataluña y, con ello, ganar un tiempo que permitiese a la diplomacia de la República negociar un armisticio con las potencias europeas. El objetivo inicial se cumplió, pero en septiembre se firmó el compromiso de Munich y la República se vio abocada a la derrota.
La batalla, cuyo desarrollo militar resultó ser una mezcla entre los batallas de masas de la 1ª Guerra Mundial y lo que serían las batallas de la 2ª Guerra, dejó más de ciento cincuenta mil bajas entra ambos lados contendientes: una muestra del encarnizamiento y el poder de destrucción en lo que se entiende ahora como guerra moderna convencional. Un auténtico desastre.
En medio, el acontecimiento recoge el anecdotario, los episodios, las pequeñas historias y los compromisos emocionales y humanos: hermanos contra hermanos, luchadores por la libertad, la antesala de la lucha contra el nazismo, la bravura, las masacres, el plomo, el polvo, la sed y, sobre todo, la muerte.
Con la perspectiva de setenta años y mi mayor interés por la geografía que por la historia, ocupé el fin de semana en recorrer otra vez los escenarios de la batalla. A pie. Y procurando coincidir con la época y las horas del día.
Mi intención inicial era subir desde el rio hasta la cota 705, la más alta de de la sierra de Pándols. Cruzar el rio no formaba parte de mis habilidades ni disponía de embarcación. La tarde del 24 hice un paseo desde y hasta Pinell de Brai donde me quedé a dormir.
La operación del cruce del Ebro había comenzado a las 00.15 horas del 25 de julio. No he encontrado justificación en lo que he leído de la batalla que explique ese cuarto de hora después de la media noche. Supongo que se trata de una argucia táctica del Estado mayor del ejército republicano. Las tropas nacionalistas estaban acostumbradas a recibir ataques por la noche. La infantería republicana que siempre estuvo escasa de soporte artillero o de aviación y que, además, reconocía la superioridad en esos ámbitos de sus enemigos, generalmente realizaba sus ataques al amparo de la noche. Pero en un frente que llevaba varias semanas inactivo, si daban las 12 de medianoche era más que probable que centinelas y mandos se relajaran y dieran al descanso. Quince minutos contribuían al factor sorpresa. En muchos puntos, los primeros en cruzar apenas dispararon un tiro ni encontraron resistencia.
Como tampoco se trataba de romperme la cabeza a oscuras, comencé mi andadura a las 6.00 de la mañana desde Pinell. En realidad las fuerzas del V cuerpo de ejército de la Agrupación del Ebro que entonces mandaba Enrique Lister, no alcanzaron Pinell hasta las nueve de la mañana del 25 y a través de la carretera de Miravet que es por donde habían cruzado el río. Tome una carretera de servicio que lleva hasta la fábrica de cerámica, hasta llegar a la C-34 que es la carretera que conduce a Gandesa. Sube un poco y se ve dominada por el cingle de Pico de l’Aliga.
A la altura del km. 8 la carretera nueva deja a la izquierda un tramo de curva pronunciada del antiguo trazado. En ese punto comencé a subir por el barranco que, a mano izquierda asciende hasta Pándols. A pocos metros una señal metálica circular anuncia que, más arriba, está el monolito de la Brigadas Internacionales. La subida es pesada y llena de abrojos y espinos, de manera que se pierde con facilidad, pero como la barranca es estrecha, solo cabe seguir la ascensión. Ese camino ya lo conocía porque participé en el año 2000 en la expedición que lo restauró . Hice un par de fotos del monolito y luego seguí hasta que la senda se cruza con la del “Camí de la Pau” procedente de la sierra de Cavalls.
Desde allí una senda rompepiernas te lleva a las cimas de Pándols hasta un punto en que se hace visible la ermita de Santa Magdalena y, arriba, el pico de la cota 705. Hay que dar un amplio rodeo por lo que se conoce como “el racó de l’abaexo”, peculiar nombre pues no veo la relación del bacalao con los barrancos, hasta que encuentras la pista forestal que te sube hasta la cota 705.
En total me tomó cinco horas, teniendo en cuenta que mi forma física no es la de un chaval de 17 años que es la que tenían los muchachotes de la “Quinta de Biberón”. A ellos se dedica el monumento y la celebración que tuvo lugar esa mañana.
Allí estaban algunos de supervivientes, desde la cumbre de sus 87 u 88 años intentando recordarnos a todos que desastres como la batalla del Ebro no deben volver a repetirse.
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