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Este militar francés pasó a la historia como el héroe de Dien-bien-fu, aunque en realidad fue el que rindió la base militar a las fuerzas del Viet-minh en la primavera de 1954. A mis tiernos once años devoraba las reseñas que cada día publicaba La Vanguardia de la batalla y asedio de la base francesa.
En mi entorno, los sentimientos sobre la guerra de Indochina eran ambiguos. La francofobia que se arrastraba desde casi la I Guerra Mundial ( o desde la guerra de la Independencia) se mantenía, pero, por otro lado, no dejaba de ser una guerra colonial y los vietnamitas se veían como insurgentes que, además, eran comunistas; o sea, demonios con cuernos y rabo. Aunque “los buenos” fueran los blancos occidentales, si acababan perdiendo los franceses, pues que se jodan los gabachos.
Algunas referencias se hacían al hecho de que en las fuerzas de la Legión Extranjera francesa había bastantes españoles, muchos jóvenes exilados después de la Guerra Civil que no encontraron otro modo de buscarse la vida.
Christian Marie Ferdinand de la Croix de Castries (11 August 1902 - 29 July 1991) volvió a Indochina como coronel (antes había estado un tiempo y resultó herido) y cuando la colección de incompetentes que mandaron sucesivamente el ejército expedicionario francés en Indochina decidieron que con una base fortificada serían capaces de controlar el flujo de suministros del creciente ejército del Viet-minh y derrotarlo, le encargaron la defensa de Dien-bien-fu. En contra de las más elementales reglas de la defensa desde antes las Guerras Médicas que siempre priman que se mantenga el terreno más alto, que es por lo que castillos y fortalezas se sitúan en montículos, cuanto más escarpados, mejor, aquellos imbéciles construyeron la base militar en un hoyo. El general Giap lo comparó con un bol de arroz.
No es que Giap fuera tampoco un genio de la guerra. Llevaba tiempo perdiendo todos los enfrentamientos, estaba empeñado en plantear batallas con los franceses al estilo de la I Guerra Mundial y en Dien-bien-fu tuvo un número de bajas que en cualquier otro ejército hubiera motivado su destitución o hasta su ejecución sumaria por inútil.
Tardó veinte años en entender que era mucho más rentable la guerra de guerrillas que luego le sirvió para expulsar a los norteamericanos del Vietnam.
Con los suministros que debían llegarle por aire comprometidos por la artillería vientnamita, DeCastries fue perdiendo cada una de las posiciones fuertes alrededor de la base que los franceses, tan monos ellos, les habían puesto nombre de chicas: Isabelle, Beatrice, Anne-Marie, Huguette, Dominique, Claudine, Eliane o Gabrielle. Les dieron las suyas y las del pulpo y así que DeCastries y su estado mayor acabaron rindiéndose el 7 de mayo de 1954.
Pero cada vez que, viajando por el sur de Francia, veo los letreros que anuncian la población de Castries, de la que el coronel toma su toponímico, a unos 15 kilómetros de Montpellier, dirección noreste, me acuerdo del desgraciado coronel y su aventura subtropical.