El actual brote epidémico de infecciones por el virus Ébola en varios países africanos y, ocasionalmente y mediadas circunstancias extraordinarias, en España, va a continuar de actualidad un tiempo.
De momento, la revista TIME ha elegido a los luchadores contra el Ebola,
Persona del año, galardón reservado para el que consideran el personaje más influyente del periodo.
No es que el Ébola sea para nosotros una novedad. Revolviendo papeles he encontrado un artículo que publiqué en la desaparecida revista "Economics" en 1994 sobre las nuevas infecciones emergentes. Hace 20 hermosos años. Allí reconocíamos la existencia y la más que probable activación de los virus causantes de fiebre hemorrágicas, especialmente en países tropicales y la posibilidad de su propagación a otros sitios.
Esta semana hemos conocido la declaración de la OMS de que España está libre de casos de Ébola. Igual que hace un mes se declaró Nigeria.
Después de la catastrófica aventura puesta en marcha por el gobierno español este verano pasado, no deja de ser un avance.
Hay que reconocer que la funesta idea de repatriar dos misioneros moribundos en evidente fase de contagiosidad máxima, el posterior caso de una infección en una trabajadora sanitaria y la vergonzante actuación de los responsables sanitarios en el gobierno del estado y, también, de la Comunidad autónoma de Madrid que tiene las competencias de sanidad de la capital, configuran un episodio dramático. Y un nuevo monumento a la incuria y la estupidez humana. Los mencionados responsables han sido cesados por el gobierno en un gesto terminal, carente de eficacia más allá de evitarnos seguir contando con la presencia de semejantes incompetentes en les medios de comunicación.
No nos ha librado, empero, de la presencia del propio presidente del gobierno, responsable final de todo ese embrollo. Quede para el registro que el responsable inicial, el autor del primer gesto de dudosa fortuna, fue Mariano Rajoy cuando ordenó que se trajera desde África a los misioneros infectados. Vamos, que no se fleta un avión militar para irse a otro continente sin la instrucción expresa de la Presidencia del Gobierno.
Razones se aducirán las que se quiera, pero conociendo el percal que se teje, estoy convencido que alguna de las mentes pensantes de La Moncloa encontró una excelente excusa para generar un tema para los noticiarios, en medio de la canícula estival y la habitual sequía de noticias de período, con la esperanza de obtener algunos réditos políticos o electorales. Mandar soldados de aventuras por el mundo es algo muy propio de los gobiernos. Disponer de un centro hospitalario con condiciones y personal adiestrado y competente es harina de un costal diferente. Para colmo pensaron en utilizar un hospital en fase de derribo por razones políticas de difícil justificación, en medio de la tormenta de privatizaciones y recortes sanitarios que el Partido Popular viene sometiendo a la población de Madrid y aledaños. Y luego pasó lo que pasó: los dos misioneros muertos y un perro asesinado remedando la antigua zarzuela "El rey que rabió" y el refrán de
muerto el perro se acabo la rabia.
Pues tampoco, porque la rabia que da todo el lío, no se nos acaba.
Para los interesados recomiendo la lectura del texto de Lluis Mallart en el blog de Antropologia Médica que desde
Medical Anthropology Research Center publicamos para la Red Iberoamericana de Antropología Médica:
http://redamantropologiamedica.blogspot.com.es/2014/09/notes-sobre-un-sentit-possible-del-nom.html sobre el probable origen del nombre de
Ebola.
En varias lenguas de África del oeste el término viene a significar podredumbre, y probablemente se conocía de antiguo. Las fiebres hemorrágicas es probable que no tengan entidad reconocible por parte de la gente en unas regiones donde tener fiebre es algo muy común, generalmente por el paludismo. Cuando una fiebre evoluciona hacia un estadio terminal con exantemas, hematomas y hemorragias diversas, causando la muerte, es fácil que se asemeje al proceso de pudrimiento de las frutas y se le pueda acabar llamando así.
Contemplando la evolución del actual gobierno español y el estado del estado, sin olvidar la escasa distancia que existe entre
poder y
podre, se nos antoja que el episodio del Ebola en España forma parte de los síntomas de podredumbre de un sistema en franca descomposición.
Y si no, al tiempo.
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