Saturday, March 17, 2007

De diversidad cultural

Discretamente avergonzado por dejar este blog tan desatendido, voy y me lio a publicar una previa de un artículo sobre cultura y salud. Al fin y al cabo es otro trozo de mi, para quien le interese.

Ahí va:

Durante siglos el conocimiento en temas de salud se mantenía con un cierto paralelismo entre la gente y los doctos. Aunque los doctos adquirían saber con el estudio y con la experiencia, el ritmo de la adquisición, aunque gradual y progresivo, se mantenía en unos límites humanos, por no decir personales.

El traspaso del conocimiento a la población se hacía por el contacto, la consulta y la observación de los aconteceres. Aún así, a menudo los doctos intentaban ocultar el conocimiento y, a menudo, su ignorancia lata, con el uso del latín en su discurso y la caligrafía ininteligible en sus prescripciones. Así mantenían una cierta distancia de seguridad.

Entre la población, los depositarios del saber eran las familias, generalmente las mujeres, las madres, que los trasmitían a su descendencia de forma más o menos fiel. Y la siguiente generación lo incorporaba y lo elaboraba gradualmente.

Con el desarrollo de la medicina científica el progreso del conocimiento adquiere características exponenciales. Una muestra es la progresión del número de publicaciones que aparecen en el Medline. El conocimiento crece y los profesionales lo adquieren en proporción también creciente, pero cada vez resulta más difícil traducir esos nuevos conocimientos a la población por la también creciente complejidad del conocimiento.

Ahí se genera un distanciamiento cada vez mayor, hasta el extremo que profesionales y pacientes apenas comparten conocimientos o, ni siquiera, un mismo lenguaje.

En esa distancia, que es ya cultural, reside la percepción de la población de que la asistencia ha dejado de ser “humana”. Pertenece a otra dimensión. El reto es salvar esa distancia de forma eficaz y recuperar la confianza de la población.

La llegada de nuevos inmigrantes procedentes de otras culturas ha puesto de manifiesto una distancia cultural obvia. Pero cuando se pregunta a los inmigrantes cuáles son las dificultades que encuentran para relacionarse con los profesionales asistenciales, relatan los mismos problemas que la población autóctona: “no me atienden, no me entienden, me dedican poco tiempo, no comprendo lo que me dicen, son distantes, no me miran, sólo soy un número…“ etc. etc.

Los profesionales deben adquirir nuevas habilidades, nuevas competencias para conseguir salvar esa distancia. Deberán ser más humanos, es decir menos “sabios cibernéticos inalcanzables”, ¿menos extraterrestres, quizá? Así se “humaniza”, se reduce a la dimensión humana la asistencia.


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