permitidme que parafrasee a, supuestamente, Oscar Wilde, a quien se le atribuye la frase “Two nations separated by a common language” refiriéndose a Inglaterra y los Estados Unidos de América. Es una frase común y conocida entre los anglófonos, aunque la cita, de “El fantasma de Canterville”, no dice exactamente eso, si que pone de manifiesto las notables diferencias entre el inglés que se habla en el Reino Unido y el que se habla en Norteamérica. Las diferencias son generalmente objeto de jocosidad aunque de vez en cuando conducen a malentendidos, a veces ofensivos o, en cualquier caso, lamentables. La cancioncilla de los años cuarenta del siglo pasado “… you say tomato, I say tomeito…“ acaba diciendo que más vale que lo dejemos correr (“let’s call the whole thing off”). La versión de Ella Fitzgerald y Louis Armstrong, memorable.
Hace unos días participaba en una reunión de trabajo de un grupo de investigadores sobre salud internacional. Se trataba de un grupo europeo compuesto de franceses, suecos, portugueses y españoles de los bilingües (gallegos y catalanes) y, al menos, un investigador norteamericano de origen. La reunión que, naturalmente, se denominaba “Workshop”, tenía el inglés como lengua oficial. Siempre he creído que lo de Babel no fue una confusión de lenguas sino de ideas, metáforas incluidas, como casi todo en la Biblia. Lo común y corriente es que la gente tenga que hablar una par de lenguas o más. El monolingüismo me parece una forma de pobreza.
Lo mismo que fue el latín, sobre todo en la Edad Media pero incluso mucho después, la lengua común de la comunicación científica, es ahora el inglés: la lengua del imperio. Aún conserva el latín esos usos, cuando en los países anglosajones la nomenclatura anatómica, los nombres de huesos, músculos, vasos y nervios del cuerpo humano y sus posiciones se conocen en latín.
Es por tanto moneda corriente que los científicos conozcan y se expresen en inglés, sobre todo desde la segunda mitad del siglo pasado.
El Nobel Jose Saramago afirma que dentro de cien años todos hablaremos inglés con acentos propios; un poco como sucedió al final de la Edad Media que el latín evolucionó a las lenguas romances. Lo que pasa es que el proceso va a ser duro: en el “workshop” pudimos oír el inglés más torturado y zarrapastroso que pueda imaginarse mientras todo el mundo se sentía feliz y contento de poder entenderse. Todos menos el norteamericano de origen que, con cierto desespero confesaba tener que traducirse a si mismo lo que oía a otro idioma de su conocimiento para poder entender lo que se estaba diciendo. La construcción de las frases, la sintaxis y, aún más, la prosodia, sufren lo indecible en boca de quienes no tiene el idioma como original o no lo aprendieron de pequeños.
Hace unos años la revista The Economist citaba que, mientras 350 millones de personas tiene el inglés como su primera lengua, quizá hasta 1000 millones la usan o la pueden usar como segunda lengua: las antiguas colonias del Imperio Británico, las nuevas del Imperio Americano y todos los demás que sienten la mundialización como “globalización”. No será inglés de Inglaterra-the Queen’s English- pero inglés al fin y al cabo.
Como siempre, mejor es promocionar lo que nos une y tratar de olvidar lo que nos separa.
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2 comments:
Pues no sé que quieres que te diga, amigo, hermano. Quizás se trate de un complejo de inferioridad pero mi español (al que muy poco le queda de castellano) estoy seguro de que se va a fundir con el inglés en una forma abstrusa (abstracta, más bien) de querer hacer, de querer hablar, al fin y al cabo. Pero como no voy a ver nada de todo eso me voy a seguir anclando (no sé si éste es el verbo apropiado) en una lengua barroca que no conoció sino el Barroco importado. De todas formas se trata de algo culto que lo coloquial va a olvidar dentro de poco. ¡Y qué!
Eso del español y su complejo de inferioridad era el título de una especie de ensayo escrito en los años cuarenta o cincuenta por el pelma de López Ibor. Resulta que cuando viajas por ahí fuera te sulen decir que los españoles son arrogantes...
Y los millones de emigrantes españoles aprenden los idiomas sin mayores problemas. Son los que se atrincheran y olvidan lo que la Escuela de Traductores de Toledo llegó a hacer por el mundo occidental, trayendo los clásicos que de otro modo se hubiesen perdido.
Si la cultura de occidente va a sostenerse con el inglés como lengua franca, sea. La otra lengua franca, la de los Francos, tuvo su oportunidad y parece ser que la perdió.
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