Friday, June 18, 2010
Freakies of my youth XVIII: Lavrentiy Beria
Beria era más malo que un dolor. Malísimo. Como grabado en algún rincón de la memoria tengo que una vez, después de alguna trastada con ribetes de perversidad me dijeron: “Eres más malo que Beria!”
Lavrentiy Pavlovich Beria fue, desde 1919 hasta su muerte en 1953 un destacado dirigente de la Rusia soviética, más concretamente de sus servicios secretos. Originario de Georgia, como Stalin (en realidad había nacido en Abkhazia, una parte ahora secesionada de Georgia en donde anduvieron a los tiros hasta hace poco), ingresó en la Cheka de jovencito y con ello en el deporte de matar gente. Hacia 1938 Stalin le nombró segundo jefe de la NKVD (Comisariado Popular de Asuntos Internos), la rama represiva del poder soviético y se aplicó con entusiasmo a las tareas de la Gran Purga staliniana.
Al comienzo de la 2ª Guerra Mundial se le atribuye la directiva que facilitó la orden de Stalin de eliminar a la oficialidad del derrotado ejército polaco, junto con unnúmero de profesores, médicos, técnicos e intelectuales, en lo que se conoce como la masacre del bosque de Katyn ( que es donde hace unas semanas se dieron el cebollazo los ocupantes del avión presidencial polaco cuando iban a celebrar un funeral reconciliatorio conjunto con los rusos). Unos 22.000 polacos fueron ejecutados (asesinados) por los verdugos de la NKVD que dirigía Vasili Mikhailovich Blokhin, el más experto de los verdugos a quien se le atribuyen personalmente las ejecuciones más notables de la carcel Lubyanka.
Hay un montón de referencias a su afición a las mujeres cuyos favores conseguía generalmente a la fuerza, así como relatos de excursiones nocturnas al caza de jovencitas con su limusina blindada por las calles de Moscú.
Cuando murió Stalin en 1953 de una apoplejía, formó parte de la troika governante con Malenkov y Molotov y aparentemente inició una liberalización y supuesta apertura hacia occidente. Pero sus compadres se lo tomaron mal, lo trincaron y lo fusilaron junto con unos cuantos de sus colaboradores; quemaron su cuerpo y dispersaron sus cenizas por un bosque cercano (no fuera que resucitase). Con su historial de matador, le atribuyeron hasta la muerte de Stalin a quien, supuestamente había envenenado con un anticoagulante (warfarina, un matarratas) y que, como era un hipertenso, bastó con cabrearlo un poco para que se le reventara una arteria intracerebral causante de su apoplejia y muerte. Si fuera así es que, puesto a matar, lo mató todo. Hasta su jefe.
Que Beria era malísimo resulta evidente, pero con qué tipo de información contaban en mi familia, esencialmente el mujerío, para equipararme a Beria es algo que se me escapa. Something that freaks me out.
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