Manchester
El último episodio de ataque terrorista a población civil europea ha ocurrido en la ciudad de Manchester, la segunda conurbación más populosa de Inglaterra: dos docenas de muertos y 120 heridos en un ataque suicida a la salida de un concierto de música pop en la Manchester Arena. A las víctimas de la explosión se han sumado otras por la avalancha producida por el pánico. Sigue en secuencia a los atentados más recientes de Estocolmo en abril, Westminster en marzo, Berlín en diciembre del año pasado, en Niza el verano pasado, en el aeropuerto de Bruselas en marzo 2016, en París la discoteca Bataclan el noviembre anterior … y más antes en Londres en 2005 o en Madrid en marzo de 2004.
No se pueden casi ni contar los centenares de atentados ocurridos sólo en lo que va de siglo en los países del Oriente Medio ni los miles de víctimas causadas por el extremismo islamista, pero como suele ser habitual, todavía hay muertos de primera y otros de “tercera”. La violencia se soporta con la distancia.
Que la respuesta del gobierno británico haya sido el despliegue militar por todas las ciudades resulta poco comprensible y más en un país donde, tradicionalmente, los policías no acostumbran a portar armas.
Justo al día siguiente del ataque, una de las cadenas de televisión españolas emitió en horario de tarde una película de 2013 cuya trama giraba en el entorno de un atentado terrorista con un camión-bomba. Creo entender que fue una casualidad porque seguro que la programación ya estaba hecha aunque y en cualquier caso, la dirección de la cadena no optó por cambiarla. “Closed circuit” relata la situación alrededor del atentado mostrando la conspiración de los servicios secretos para culpar a un sujeto que respondía al perfil de yihadista, cuando en realidad el atentado había sido causado por un fallo en teledirigir a otros y que se les había ido de las manos. Creíble o no, evocaba las especulaciones conspiranoicas alrededor del atentado de Madrid del 2004.
Soy poco amigo de teorías de la conspiración entre otras cosas porque estoy convencido que la realidad supera casi siempre la ficción y suele ser más simple.
Lo que sí resulta evidente es la desproporción entre las medidas que se implantan después de un atentado y los supuestos resultados. Al menos de los publicados.
Tanto en el caso de Madrid-2004 como en el de Manchester, se ha comentado que la técnica empleada en el manejo de explosivos era aparentemente demasiado sofisticada para la capacidad que se les suponía a los sospechosos. Como también se hizo en el ya lejano en el tiempo atentado contra Carrero Blanco en 1973. La referencia a posibles connivencias con aparatos de la inteligencia subterráneos y de intereses oscuros, refleja una cierta incapacidad para aceptar una realidad tremenda, asociada al fracaso en la prevención y evitación de tales desastres por parte de quienes tienen asignada esa responsabilidad.
Igual que fracasó el fabuloso sistema norteamericano de vigilancia Echelon--fabuloso por su extensión, por las leyendas en su alrededor y por su dudosa legalidad--en prevenir el ataque la las Torres Gemelas, parece como que los servicios policiales que aparentemente tienen fichados a muchos sospechosos, no llegan a tiempo para evitar sus acciones.
Lo que se ha dado en llamar la “Guerra al Terror” de momento se está librando en escenarios diversos y en campos de batalla imprecisos. Se ha hecho poco para impedir la financiación de activistas por parte de gobiernos o estados que, por otro lado no figuran en la lista de enemigos. Sigo sin entender cómo los Estados Unidos no ha tomado conciencia que todos los terroristas que secuestraron los aviones del 11-S eran ciudadanos de la Arabia Saudí, como lo era el perseguido y supuestamente eliminado malvado de todas las maldades Osama Bin Laden.
Mientras tanto, las aceras de las calles de Europa se van ocupando por policías en arreos de combate o soldados de cuerpos de élite, supuestamente con órdenes de disparar a matar, aunque no esté muy claro a quien.
Habrá que equiparse de cautela.
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