Wednesday, January 03, 2018

La independència és un mitjà / La independencia es un medio

(La primera parte de este post se ha publicado en DiariMés el 2 de enero de 2018: ver imagen)





























De vez en cuando se recomienda que los textos de los blogs sean algo más extensos. Este es un ejemplo, coincidiendo con el cambio de año y tras un semestre realmente histórico. Recordamos al lector que, como este blog anuncia en su título, responde a una percepción personal y por ello parcial, discutible. Espero que la benevolencia del lector le permita leerlo en su totalidad y, naturalmente, espero comentarios.

La independencia es un medio

Unos resultados electorales, bajo condiciones bastante insufribles, con candidatos en prisión o en el exilio,con desequilibrio en los gastos electorales, bajo la torva mirada de fuerzas policiales o, en esta parte del país, una maniobras militares injustificables, únicamente diseñadas para infundir miedo, con un ejecutivo del estado interviniendo el funcionamiento de la Generalitat...Todo ello para que apenas nada cambie en el panorama.

La pulsión hacia la independencia se mantiene y su representación si algo ha hecho ha sido consolidarse y aumentar un poco. Dos millones largos de electores se han comprometido depositando su voto con la independencia. Una cifra tan alta no la componen cuatro iluminados: son un núcleo social amplio, de múltiples procedencias e intereses. Suficiente o no para cambiar la historia se verá próximamente.

Lo que se pretende es un cambio de estado. Un estado nuevo y, por cierto, especialmente con un cambio en la forma de cómo se constituye ese estado. La independencia es un medio, es una condición previa para que funciones. El objetivo es un estado en el que las decisiones tengan un respaldo de la población mucho más próximo. Y la forma es una república.

Repasando el año pasado, la concentración de acontecimientos, especialmente en la segunda mitad del año, desde los atentados yihadistas de agosto hasta las elecciones prenavideñas, han puesto en tensión los nervios de los catalanes. El análisis resulta demasiado intenso pero la evidencia se puede resumir en que el proceso para la independencia de Cataluña y la proclamación del nuevo estado republicano no se detiene y todo indica que llegará pronto o tarde. 

Porque la independencia del estado español es el medio para que las gentes de este rincón alcancen la libertad para decidir su destino, manejar sus recursos y aproximarse a soluciones de los problemas sociales de la población. Con los recursos propios i la libertad para ejecutar las más de dos docenas de leyes de contenido social que, aprobadas en Cataluña, han sido suspendidas por el estado español, la realidad cambiaría notablemente. Si además se prescinde de un estado corrupto desde sus más altas instancias, que ha destrozado la economía, se ha comido el fondo de las pensiones para dárselo a bancos ineptos y sus amigos, rechaza a los refugiados y mete en la cárcel inocentes desde un sistema judicial venal, al menos recuperaremos una cierta dignidad como comunidad. 

Detalles a considerar del pasado reciente:

Los atentados yihadistas de agosto, todavía envueltos en una niebla informativa a la que se suma la separación del Mayor de los Mossos d’esquadra responsable de la investigación, pone el punto de mira en los servicios de inteligencia españoles. El imán de Ripoll, cabeza del comando era un reconocido confidente de la Guardia civil y del CNI, lo que permite dar consideración a que pudo muy bien tratarse de un atentado de falsa bandera. Mientras no se aclare la participación de los servicios de inteligencia, cosa que obviamente no partirá de ellos sinó de alguna fuente fuera del control del estado español, me permitiré mantener la sospecha.

Las acciones del estado para impedir el referéndum. Mientras el gobierno de la Generalitat mantenía su compromiso de “O referendum, o Refrendum”, y aprobaba la Ley de convocatoria, cinco días después una enorme manifestación el 11 de septiembre le dio el respaldo popular decisivo. Con ello se inició la cascada de acontecimientos que hemos visto este otoño.

El esfuerzo para impedir la consulta incluía la búsqueda y captura de las urnas y las papeletas. La campaña lanzada por la Policía Nacional y la Guardia civil, con registros a imprentas, médios de comunicación y otros lugares se acompañó de un rotundo fracaso y una respuesta popular burlona (¿Donde están las papeletas…?/Las papeletas ¿donde están?, se convirtió en una cancioncilla popular).

A ello siguió el desplegamiento de millares de agentes de CNP y GC, alojados en ferris atracados en los puertos de Tarragona y Barcelona. Que la borda de uno de ellos estuviese decorada con pinturas del famoso “cartoon” de “Looney Tunes”, de la Warner, especialmente el pollito “Tweety”, traducido en la televisión española como “Piolin”, acabó adjudicándoles  a los guardias el genérico de “piolines”, con gran regocijo y escarnio del personal y vergüenza de las “fuerzas de ocupación”.

El registro y posterior manifestación multitudinaria la tarde noche del 21 de septiembre, que retuvo en la sede de la Conselleria de Economía en pleno centro de Barcelona, en que los líderes de las agrupaciones sociales independentistas consiguieron con esfuerzo serenar los exaltados ánimos de los manifestantes, tuvieron consecuencias judiciales oblicuas, semanas después.

La jornada del 1-0 se llevó a cabo por una extraordinaria operación de ocultación del material de las votaciones que dejó con un palmo de narices a las fuerzas del estado. La respuesta del estado, fruto de una mal calculada estrategia, fue intentar impedir por la fuerza las votaciones en los propios colegios electorales. Los ataques del 1-0 de oleadas de fuerzas antidisturbios contra una población que pacíficamente se agolpaba en los centros electorales para defender su derecho al voto, se saldó con casi un millar de heridos y contusionados. Pero apenas se intervinieron las urnas en unos centenares de centros. En el resto, hasta más de 6000, se realizó el referéndum. Los ataques se detuvieron hacia las 2 del mediodía, coincidiendo con la aparición en los noticiarios de la televisiones extranjeras las imágenes de la violencia policial. El noticiario de la BBC de las 13.00 horas y el continuado de la CNN fueron determinantes.
El cruce de órdenes y contra-órdenes, el flujo de las comunicaciones entre distintos comandos policiales, la confusión en la Moncloa, los gritos de Soraya y de Jorgito Moragas, han sido declarados secreto de estado, vergonzante recurso para ocultar vergüenzas. Los guardias devueltos a sus acuartelamientos organizaron protestas porque querían seguir dando palos. Tal insubordinación en cualquier situación o policía normal debiera haber conducido a arrestos y dimisiones. “Una fuerza armada sin disciplina se convierte en una banda de forajidos” es una frase de manual.

La ”aturada de pais” del 3-0. Dos días después y en respuesta a la violencia policial se llevó a cabo un paro general del país. Todo en Cataluña se detuvo. Comercios, transportes, servicios, medios de comunicación, centros de enseñanza, todo. No se consideró huelga general para no implicar a sindicatos y empresarios y porque no era una interrupción de la actividad laboral únicamente. Se paró todo el país. Y al atardecer hubo manifestaciones multitudinarias, de centenares de miles de personas en las principales ciudades. A mi entender, la mayor expresión de fuerza popular, realizada de forma espontánea, sin anuncios o publicidad, en 48 horas, de la historia reciente de Europa. El desconcierto y los nervios en la Moncloa alcanzaron su límite máximo. Nunca sabremos los detalles, a menos que alguien del interior del peopio gobierno algún día escriba sus memorias. Pero si conocemos sus consecuencias: el gobierno echó su resto con...

El desgraciado discurso del Borbón. El azacaneo palaciego llevó a considerar la situación como equivalente a un golpe de estado. El término se utilizaba profusamente, a veces con la variante de “golpe al estado”, con o sin la apostilla de “de derecho”, entre diferentes protagonistas y se optó por un recurso de hace 33 años, cuando el monarca padre del actual, se dirigió a la nación una noche aciaga de tricornios y traiciones de un 23 de febrero. Solo que esta vez no había ni violencia, ni ocupación de centros de poder, ni tiros, ni tanques en las calles, ni nada. Solo gente decidida a dejar constancia de su repulsa precisamente a la violencia policial del 1-0. A la redacción apresurada e inconexa del texto se añadió la actitud del titular de la corona, bronca, acusatoria, amenazadora, apuntando con el dedo como nunca hace un jefe de estado a su ciudadanía, encuadrado por un vetusto cuadro de un Borbón anterior del que lo que más se distinguía era un palo o porra, como una alusión a la fuerza utilizada por la policía dos días antes. La indignación inicial que me produjo la intervención televisiva se siguió de una sensación alivio premonitorio republicano: el Borbón acaba de poner fin a su reinado.

Con los resultados del referéndum publicados el Parlament de Catalunya y el govern de la Generalitat el 27 de octubre procedieron a una proclamación fallida de la independencia. Confusa situación que se ha explicado por el conocimiento preciso de que, en el caso de la declaración de independencia, el gobierno del estado estaba dispuesto a utilizar los medios que fuesen necesarios, incluyendo la violencia extrema, expresada en la frase de que hubiera “muertos en las calles”. Se ha sabido que, para el caso que la Generalitat se mantuviese en una postura inamovible y resistiera en el edificio del Parlament, los planes de contingencia de las fuerzas de PN y GC incluían el asalto del palacio por tierra, por aire con helicópteros que desembarcasen miembros de los GEO en la terraza del edificio y de penetración por los túneles del subsuelo, al objeto de hacerse con el control del edificio en pocos minutos, cualquiera que fuese la resistencia y el coste. Los planes de contingencia de los Mossos d’Esquadra para la defensa del edificio ante un posible ataque o asalto del Parlament sólo contemplan la eventualidad de un ataque terrorista, no de fuerzas armadas, en el entender que tal resulta impensable en este siglo.

Una judicatura en entredicho. El gobierno del estado y, especialmente el presidente Rajoy han decidido tratar todo el problema político de la independencia de Cataluña por vía judicial. Ya desde 2010 con la presentación de un recurso de inconstitucionalidad contra el Estatut de Cataluña, después de que fuese aprobado por el Parlament, ratificado por las Cortes españolas y sometido a referéndum, se inició un recorrido perverso de judicializar toda una cuestión política, con lo que se consiguió politizar la justicia española. No que eso fuese especialmente difícil. La justicia española nunca ha sido realmente independiente. La propia estructura, la existencia de tribunales especiales como la Audiencia Nacional, la irregular elección de muchos magistrados, notoriamente los miembros del Tribunal Constitucional (TC), la exasperante lentitud mantenida por una infradotación económica que reduce la funcionalidad, el inmenso retraso en la informatización de los procedimientos, el corporativismo rampante, la jerarquización de la fiscalía, el peculiar cuerpo de los Abogados del Estado, y ese largo etcétera de singularidades difícilmente homologables con las justicia de los países de nuestro entorno, hace de la justicia española algo muy necesitado de “aggiornamento”, por no decir de renovación total. Sin llegar a coincidir con la famosa definición del que fue alcalde de Jerez, Pedro Pacheco, de que “la justicia es un cachondeo”, se pueden albergar serias dudas sobre su funcionamiento, equidad o, incluso, racionalidad. Todo ello dicho ante la realidad de que los jueces son los intérpretes de la ley, a la que continuamente se invoca para denostar el proceso independentista catalán. No hace falta entrar en grandes disquisiciones de filosofía del derecho, pero sí dejar claro que las leyes son obras humanas y, como tales, cambiables, modificables, actualizables y, en todo caso recordar que las leyes están al servicio de las personas y no al revés. La constante monótona invocación a LA LEY por parte del jefe del gobierno del estado, precisamente en su boca de corrupto y malversador, pierde todo el significado cuando su propio partido se halla envuelto en docenas de procesos judiciales por delitos económicos y penales. 

Las actuaciones de unos jueces concretos como el del juzgado número 13 de Barcelona, la jueza de la Audiencia Nacional y el juez instructor del Tribunal supremo están plagadas de irregularidades procesales denunciadas por miles de letrados, catedráticos de derecho y juristas prestigiosos en repetidos manifestos. Las de los sucesivos oficiales fiscales incluyen la perversidad contumaz, que apenas ha aliviado la repentina e inesperada muerte de dos de los más significados, calificada en algunos medios como la “maldición del prucés”.

Las detenciones y el artículo 155. Ese movedizo substrato judicial ha dado lugar a la detención y encarcelamiento de algunos destacados miembros de las asociaciones independentistas de la sociedad civil: los presidentes de Omnium Cultural, Jordi Cuixart y la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sánchez, y a varios miembros del gobierno de la Generalitat y de la mesa del Parlament, algunos dejados en libertad bajo fianza, pero manteniendo en prisión preventiva sin fianza al vicepresidente Oriol Junqueras y al conseller de Interior Joaquim Forn en un claro ejercicio de castigo. Y obligado a exiliarse a Bélgica a otros cinco otros miembros, incluyendo el President Carles Puigdemont ante la clara amenaza de encarcelamiento. La aplicación torticera del artículo 155 de la Constitución Española ha justificado al gobierno del estado a justificar una actuación represiva desproporcionada y cruel, dando al traste con una buena parte de los preceptos legales, los derechos humanos, la más elemental prudencia y hasta la racionalidad de que hay cosas que no se pueden imponer con violencia. Lo que no autoriza el citado artículo además, son los insultos, los menosprecios y la indignidad que se pueden resumir en el grito de “a por ellos” o la afirmación de la vicepresidenta del gobierno sobre el “descabezamiento” del movimiento independentista. Eso en un país que, al contrario que la República Francesa, tenemos algunos descabezamientos pendientes. La decisión acompañante a la aplicación del 155 de convocar inmediatamente unas elecciones para el 21 de diciembre, primera fecha legalmente posible, ha conducido a una campaña electoral confusa, irregular, martirizada por una Junta Electoral partidista. Las elecciones han concluido dejando las cosas más o menos como estaban, pero lo más notable es el absoluto descalabro del Partido Popular de Cataluña. Mientras tanto, desde Madrid el PP gobierna en Cataluña sin tener la más mínima legitimidad e intenta laminar todos los logros que desde la actividad de la Generalitat han conformado la realidad del país.

Los resultados electorales han dejado una situación compleja para la constitución de los órganos de gobierno. Y con ello, de alguna forma, aplazadas las decisiones sobre el proceso hacia la independencia. Porque el proceso sigue. 



Listado de vergüenzas

La larga lista de insultos, denuestos, menosprecios, ofensas verbales desde lo que queda del estado español y de forma indiscriminada contra Cataluña y los catalanes. Simple odio.

El retorcimiento de la legalidad con instrumentos torcidos y agentes legales, jueces y fiscales, venales, buena parte de ellos controvertidos dentro de la propia profesión. Se ve que no han encontrado otros.

La manipulación de la realidad desde los medios de comunicación de Madrid.

El encarcelamiento de políticos sin soporte legal válido, por sus ideas.
La utilización de la violencia para impedir votar a ciudadanos pacíficos.

Los intentos de manipular los resultados electorales desde la empresa INDRA y la distorsión en la votación desde el extranjero.

Las leyes catalanas impedidas, derogadas o detenidas:





El futuro incierto: “No hi ha res més difícil de predir que el futur. Sempre és incert...sortosament. Un futur predeterminat seria horrible…”  pero vamos a vivirlo juntos.


XA/1 ENERO 2018

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