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Friday, February 18, 2011

Un fantasma recorre los países árabes


Por los países árabes un fantasma está extendiendo su influencia como al parecer recorría Europa hace 164 años. Túnez, Egipto, Libia, bahrein, Yemen, Jordania… Los viernes, festivo en los países musulmanes están siendo el día en que las gentes se reúnen a orar en público y, de paso, para expresar su disgusto con la manera como les van las cosas.
En Túnez ya lo consiguieron y, además, el disgusto que le dieron a su dictadorcillo Zine ben Alí, le ha costado un accidente vascular cerebral que lo tiene en coma en un hospital saudita. En Egipto consiguieron echar a Mubarak—aunque sólo hasta un retiro dorado en Sharm el Sheik—y ahora celebran el éxito en medio de incertidumbres. En el resto andan a los tiros y el recuento de muertos va creciendo sin que se puede predecir hacia dónde van los acontecimientos.
Por la radio del coche me llegó la meliflua voz de un Javier Rupérez que fue, entre otras cosas, embajador de España en Washington, entrevistado en RNE porque ha escrito un libro. Evidentemente no he leído el libro ni, habiendo oído lo que se ha dicho, pienso leerlo, pero no me hace falta para emitir un juicio. No sorprende el interés de algunos en intentar escribir la historia a su gusto y preferencias. El libro lo prologa el otro innombrable, Josemari, lo que obliga al autor a asegurar “… pero el libro lo he escrito yo!” levantando con esa misma información las dudas. O confirmando que lo ha escrito al dictado del susodicho.
A estas alturas nadie va a explicarnos las razones de las intervenciones de los EEUU—y también la OTAN—en Oriente Medio en éste primer decenio del milenio. La patraña de las Armas de Destrucción Masiva para justificar la invasión de Irak ya no necesita explicación ni nadie puede clamar inocencia. Los que tenían que saberlo lo sabían de sobra, aunque luego hasta en el cine se continua contribuyendo a la ceremonia de la confusión. Bush quería hacer una guerra como su papá, y junto con Toni Blair, andaba en busca de petróleo porque en Irak está el 10% de las reservas mundiales. Mientras Dick Cheney y sus coleguis en Halliburton, Greystone y Xe Services LLC, andaban a la caza del dólar rápido con los que se llama seguridad privada que ya sabemos de que va. Y no les ha ido nada mal.

Pero si Wikileaks vigila, resulta que Echelon está en la luna y la gente utiliza las TICs: Facebook, Twitter o YouTube. No van a pararlo con tiros ni con buenas palabras.
El fantasma es el ansia de libertad—y libertades—y la sábana del fantasma las TICs.

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Monday, December 06, 2010

On Wikileaks


Hace ya unos años y alrededor de la caída de la Unión Soviética y el final de la Guerra fría, un académico medio japo y medio americano—aunque lo politicamente correcto es decir que es un americano de origen japonés, nacido en Chicago—Francis Fukuyama, se descolgó con un ensayo titulado "El final de la historia". El argumento iba sobre que, sin conflictos ideológicos, el desarrollo histórico se detenía. Fue muy criticado por técnicos y opinadores de todas partes y, muy pronto, nuevos eventos, especialmente los del 11 de septiembre de 2001 vinieron a desmentirlo.

Cuando de crio iba en el Instituto, en alguna clase del profesor Abellà aprendí que los historiadores trabajan con documentos, preferiblemente escritos. Lo que sucedió antes de la escritura era "Pre-historia". Los archivos que gestionan miles de documentos escritos—y gráficos, por aquello del valor multiplicado por mil de las imágenes—nos permiten profundizar en el conocimiento de lo que sucedió hace tiempo. Lo mismo que las bibliotecas que hay y que ha habido.

Fue Edmund Burke, el político inglés aunque nacido en Irlanda del siglo XVIII, quien dijo aquello de que los pueblos que no conocen su historia se ven obligados a repetirla. La idea luego se la han atribuído a Winston Churchill, quien probablemente la utilizó alguna vez y, también, a George Santayana, un profesor de Harvard también americano pero nacido en Madrid. Pero probablemente unos y otros lo pudieron extraer de la 1ª Epístola de San Pablo a los Corintios, 10, 11, donde refiriéndose a la historia de Israel dice “Todo eso fue escrito para que lo conocierais y no cometieseis los mismos errores…” O sea, que hay que conocer la historia.

Ha sido el advenimiento de la Internet lo que nos abre un nuevo universo de disponibilidad de documentos y, ligado con las tecnologías de la información, el fenómeno de Wikileaks. Lo que empezó siendo una "wiki", que según el inventor de las "Wikis" Jimmy Wales es un lugar donde todos pueden "colgar", que quiere decir publicar, información, se ha convertido en un fenómeno informativo de alcance mundial. Cierto que ahora a Wikileaks no puede publicar todo el mundo sino sólo su equipo de redacción y gestión y, por lo tanto, no es exactamente una "wiki", pero la libertad de la red permite que se publique de todo y sin el control de los poderosos, estados o corporaciones. Obviamente lo que despierta más interés son las informaciones consideradas secretas o, al menos discretas, de los gobiernos. Y, a la vez, es lo que genera las reacciones más violentas de los poderosos.

Realmente la Internet es la biblioteca de las bibliotecas y el archivo de los archivos. Con un poco de tiempo toda la documentación mundial que tenga vocación de permanencia acabará escaneada y en algún archivo. Que eso incluya toda la información escrita supuestamente reservada o secreta no es más que una cuestión de tiempo. Eso es lo que no interesa a los poderosos que son quienes tienen muy claro eso de que la información es poder. Llevan ya mucho tiempo intentando controlar la Internet, en principio con el fácil recurso de decir que está llena de pornografía. Ese es exactamente el mismo argumento que utilizaron cuando se inventó la imprenta: había libros que no podían publicarse o leerse y así creó el Vaticano el Índice, el Index librorum prohibitorum et expurgatorum, que pretendía ponerle puertas al campo del pensamiento hace ahora 450 años. El fundador de Wikileaks es objeto de persecución y, como ahora eso de llamar hereje a alguien ya no se lleva, le acusan de delitos sexuales, horror de los horrores.

Los gobiernos harán lo necesario para cerrar y suprimir Wikileaks, empezando por perseguir a su cabeza visible, Julian Assange, acusándole de fechorías sexuales como que se le rompió el condón y no lo dijo (¡sic!). Pero con un poco de suerte, la proliferación de lugares donde publicar información hará el esfuerzo inútil. Entonces los historiadores tendrán su fiesta ya que los documentos reales de la historia estarán a su alcance y así podremos reconstruirla. Esto es el principio de que, finalmente, conoceremos la historia.