Aquí al lado hay un contacto con el blog de Pediatría social, donde un par de veces por semana publico artículos sobre los derechos de los niños y dedicado especialmente a los que profesionalmente se dedican a la atención de la infancia. Como sucede con los blogs, gradualmente los textos se van haciendo cada vez más opinión del autor. Eso no es ni malo ni bueno; sólo es así. Algunos textos se pueden compartir y eso hago aquí y ahora:
No es fácil explicarnos el terrorismo a nosotros mismos. Se puede parafrasear a Clausewitz cuando se refería a la guerra, como que es la forma de proseguir la política por otros medios. Tampoco es un invento moderno. En la plaza dónde estaban los juzgados en la ciudad donde viví mi infancia, había una estatua de bronce con la inscripción “Terror romanorum“, apelativo que dedicaron a un guerrero lusitano que dos siglos antes de la era cristiana combatía al imperio.
Lamentablemente se repite la tendencia de llamar terrorismo cualquier acción violenta de minorías contra grandes poderes establecidos, mientras que se llama “guerra” a las acciones violentas entre poderes más o menos equiparables. A ello se le puede añadir toda suerte de circunstancias que complican la realidad. No, no es fácil explicar el terrorismo.
Cuando suceden sucesos luctuosos como los ocurridos en París el pasado viernes 13 de noviembre, en lo que respecta a los niños, la tendencia es a evitar su exposición a ese tipo de noticias: ojos que no ven… Sin embargo, la profusión de las noticias en medios de comunicación a los que los niños tienen acceso habitual, puede hacer eso imposible. No sólo del cuadro general, sino de algunos detalles que se destilan y llegan a los niños, como puede ser el empleo de los terroristas de sistemas de comunicación basados en juegos electrónicos de consolas. O que los ataques se hayan dirigido contra un estadio de fútbol como al que ellos pueden acudir cualquier fin de semana con la máxima ilusión de seguir a su equipo favorito. Es inevitable que en el patio de recreo se intercambien este tipo de informaciones.
Padres y educadores pueden encontrar dificultades para responder a preguntas de los niños sobre estos temas. Lo que no se puede hacer es eludir el tema con evasivas porque la realidad es muy tozuda.
Evidentemente que a los más pequeños se les debe informar con respuestas concretas a preguntas concretas, aunque ese esquema pueda sonar a leninismo, tiene la virtud de ser muy útil ante cuestiones más o menos comprometidas o embarazosas como el sexo, la religión o la justicia. Pero a ellos y a los más mayores, se les debe insistir en reforzar la idea de seguridad. Que se trata de acciones puntuales y que es muy improbable que exista un riesgo concreto para ellos. De otra manera sólo contribuiríamos a continuar el propósito atemorizador de los perpetradores de los ataques.
También puede ser conveniente reducir la cuestión de “buenos” y “malos” a “violentos” y “no violentos”, en la idea de que todo el mundo tiene derecho a defender y expresar sus ideas siempre que lo haga pacíficamente y sin intentar imponerlas por la fuerza. Y que, sin embargo, las fuerzas del orden tienen la autoridad de utilizar precisamente esa fuerza en nuestra defensa.
Igualmente conviene aclarar que no hay razones religiosas en los conflictos, aunque tal pueda resultar especialmente difícil en las circunstancias actuales cuando las religiones son utilizadas por diferentes actores como justificaciones de sus actos.
Con todo, las declaraciones bélicas de algunos dirigentes y sus actuaciones, como el actual presidente de la República francesa, no ayudan mucho a poder explicar planteamientos pacifistas. Y todo ello va a ser más difícil de explicar.
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