En secuencia a otras entradas de este blog, también escritas en español, también están dirigidas a lectores de fuera de Catalunya, aún a conciencia de que puede muy bien ser otro vano intento de explicar realidades desde el punto de vista de la “Percepción selectiva” y su limitaciones.
Quienes se mantengan al día de las noticias, muy probablemente estarán al cabo de la calle de que el gobierno del estado ha tomado iniciativas conducentes a eliminar la autonomía de la comunidad catalana. En medio de esta situación fluida continuamos entendiendo que, ocurra lo que ocurra, no se llega a ningún “final”. Tampoco podemos intentar definir dónde está el “principio” y con ello ir desgranando las causas del actual conflicto entre Catalunya y el estado español. Catalunya tiene su historia, conocida y opinada; por ello remitimos al lector a las mil publicaciones que, al menos en los últimos 150 años de lo que podemos considerar la edad contemporánea, han detallado exhaustivamente. Y la parte más reciente está en los medios y en la memoria actual de casi todo el mundo.
Sí intentaré, sin embargo, exponer mi selectiva percepción del estado español.
Tal incluye la sensación que, desde su constitución como estado moderno y con el nombre de Reino de España, en el último cuarto del siglo XIX, el núcleo duro del “estado”, lo que está, ha podido cambiar de forma y de formas, pero no de “estado” físico, si se me permite la metáfora. Ese estado se ha ido constituyendo en un núcleo de élites extractivas que inicialmente pudieron ser aristócratas del entorno de la Casa Real, junto con capitalistas (eso que en la época se llamaban “plutócratas”) de distinto pelaje, con un entourage de funcionarios adictos y militares que han ocupado el poder real, con la bendición apostólica de la Iglesia Católica. A lo largo del siglo veinte, con el lapso de la última parte de la República y la Guerra civil, el núcleo se ha ampliado y se ha radicado en Madrid definitivamente. Les costó algo en la postguerra porque el país era pobrísimo y apenas había de dónde sacar provecho. Apenas algunas obras públicas (pantanos) y el estraperlo con licencias de importación de petróleo y productos manufacturados como los fármacos. A partir del Plan de estabilización de 1958, lo que se estabiliza es “el sistema”. Con las empresas del INI, los bancos y las cajas de ahorro se canaliza el lucro hacia esos beneficiarios cuya estructura se ha hecho potente: Letrados del Consejo de Estado, Abogados del estado, Tribunal de Cuentas, Consejo del Poder Judicial, la Fiscalía general, las audiencias especiales, Interventores, Cuerpo de Ingenieros de Caminos C y P. del MOPU (hasta 3000!!!), directivos bancarios, de la RENFE, la cúpula de Seguridad social, Consejo de Notaría, Registradores de la Propiedad, Consejos Generales de Colegios profesionales, Inspectores diversos, del Timbre, de Hacienda, de Industria, el cogollito de los innúmeros Reales patronatos, las empresas del INI mencionadas (Tabacalera, Iberia, Altos Hornos, Astilleros), entreverados de dinastías de aristócratas de origen diverso, los Directores Generales en activo o cesados cobrando esa maravilla de las cesantías, las Federaciones deportivas, más los nombrados a dedo Presidentes de las Diputaciones y alcaldes de grandes ciudades, etc. Y junto a ellos sus acólitos, enchufados, clientes y familiares, atrincherados en vetustos edificios del centro de Madrid y todos felizmente dispuestos a seguir viviendo del momio del BOE. Quedaron medio fuera los militares porque Franco era un cabrón ingrato, y otros colectivos como el universitario porque eso de la inteligencia no encajaba bien.
Esa costra extendía sus tentáculos en las capitales de provincia, entre los fachillas que no habían querido dejar el pueblo y que iban de vez en cuando a la capital del reino a ver y ser vistos y a comprar lotería en Doña Manolita y lenguas de gato de chocolate para contentar a la parienta.
Aunque se consolida en el franquismo, su origen es muy anterior, de cuando la creación de los Cuerpos superiores de la Administración del Estado. Los falangistas al principio les dieron algún susto, pero fueron rápidamente fagocitados--o eliminados sin miramientos--y hacia el último cuarto del siglo XX eso era lo que había quedado “atado y bien atado”. Los políticos, de antes, de después, de luego y de ahora, viven en la ilusión de que mandan. Pero el poder está donde está el poder.
A todo ese núcleo, la periferia de la nación les importaba un carajo. A lo sumo para acoger su ocio. La playas para el verano, los latifundios para las monterías de otoño, las pistas de esquí para el invierno y unas cuantas ciudades con catedral para la Semana santa primaveral. Que trabajen los catalanes y los vascos, que son industriosos y aparentemente les gusta, y que se cuiden de las huertas los moriscos supervivientes del alféizar mediterráneo, que hay llevar frutas y hortalizas al mercado madrileño. Y también mariscos gallegos, quesos de arriba y abajo, y espárragos navarros. Ah! Y el vino que no falte.
Pero vascos y catalanes dan en notar que las rentas de sus sudores van al sumidero de la Villa y Corte y no vuelven. Con tradiciones viejas y enraizadas de lengua y derechos civiles, empiezan a dar muestras de un natural descontento pero, sobre todo, cuando aprecian que para hacer lo que hacen, no necesitan para nada el poder central.
Cuando se muere el dictador, la identidades históricas, tanto tiempo aherrojadas y mientras se deciden pactos, ponen de manifiesto sus intereses.
En Madrid siempre les han hecho mucha gracia los chistes y el humor “regional”. “Sabes aquel que van un gallego, un andaluz y un catalán en una avión…” Ja, ja, ja!...”y eso les ayuda a identificar diversidades. Pero como realidades vicarias y pueblerinas. Cuando ven que han crecido y gritan, ya sea “¡Gora Euskadi askatuta!” O “Llibertat, amnistia i estatut de autonomia” de forma estentórea, a un par de listos se les ocurre el invento del estado de las autonomías a ver si entre diecisiete quedaba la cosa algo diluida. A los jerifaltes periféricos de las comunidades no históricas les pareció estupendo porque, aunque no llegasen a mandar--cosa que se imaginaban porque, aunque pueblerinos, no eran tontos--sabían que habría un montón de empleos y carguillos para sus respectivas clientelas de las que disponer. Pero en el núcleo central de “Madriz” no se lo creyeron nunca.
Como tanta otra gente me ha tocado pasearme por los ministerios y no es que lo sospechase, es que me lo han dicho ellos. Me han enseñado hasta los documentos. “Mira, mira, si no saben ni por donde van. Se lo hemos tenido que hacer todo aquí: normativas, reglamentos, provisiones, de todo. No saben ni redactar una resolución…” Ministerios de Sanidad, de Comercio, de la Seguridad social, de Marina mercante, y en más de una ocasión.
Lo de las comunidades históricas se puso un poco más duro. Negociar, en el norte, la transición del nacionalismo violento a banda mafiosa y darle fin, costó 800 muertos y muchos disgustos. Y, al final, mucha pasta. Catalunya es otra cosa. Como recuperaron la Generalitat incluso antes de que se hiciese la Constitución del 78 y se montaron estructuras propias de educación, sanidad, al tiempo que mantenían el derecho civil casi entero, poco a poco se consolidó como un poder, económico primero y real después, alternativo. Se atrevieron a organizar las Olimpiadas y congresos internacionales enormes por su cuenta, mientras que el Barça competía con ventaja con el palco del Bernabéu--es decir, con el poder, que lo del fútbol es igual y siempre están los árbitros para “afinártelo”--de manera que el núcleo duro empezó a estar incómodo.
La vida se iba complicando y para acceder a los momios y prebendas cada vez parecía necesario que hacía falta algún lustre académico. Las nuevas generaciones de hijos de la costra tenían que titularse y como no se trataba de tener que competir y estudiar mucho, pronto se montaron universidades mollares, los CEU, que daban títulos a cambio de dinero con los que embellecer currículos. Pilaristas y titulados entraron a formar parte del núcleo duro.
Mientras tanto el país se hacía más grande y más rico y la extracción que ya era notable, se hizo generalizada, grosera, abusiva. Hasta un punto en el que alguien le pareció que no podía ser del todo legal y empezó a hablar de (Oh!) corrupción. Antes era solo forrarse, pero si te pillan con el “carrito del helao” estás en riesgo de que te persiga la justicia. Pero tampoco era como para preocuparse, “cosi fan tutti” y no va a ser a mi al que pillen. Primero tendrán que meterle mano a los de más arriba y como llega hasta arriba del todo, pues eso.
Con la cosa de la democracia hubo que darle una opción a un partido supuestamente de izquierdas, pero pastueño, para obtener esa pátina necesaria para que el poder internacional reconociese algo al estado. Para entrar en esos clubs de siglas: EU, ECSC, OTAN, etc. hace falta que se hagan elecciones y que gane alguien otro, de vez en cuando. Para eso sirvió el PSOE, así como para sortear algunos líos sociales como el aborto, el divorcio, el matrimonio gay y otras “libertades”, que a los curas les parecían fatal, pero que dan tono de modernos. Pero cuando las circunstancias electorales dieron la opción de que una candidatura de la propia costra, un inspector del Timbre falangista y sus compinches ultracatólicos llegase al poder, el acuerdo fue que eso se iba a quedar así y para siempre. Un breve intervalo que el desnortado manejo de una tragedia terrorista propició, sirvió para reagrupar fuerzas y lanzarse sin embarazo al saqueo de los dineros públicos y a laminar esas veleidades de gobiernos autónomos de una vez.
Un candidato de sus propias filas--registrador de la propiedad, claro--que además se había distinguido por su furor anticatalán recogiendo firmas en mesas petitorias tripuladas por las misma empingorotadas damas de las de la Cruz Roja, sirvió para la nueva etapa que sería el comienzo del Reich de los Mil años del estado corporativo.
Resultó que esta vez les salió la criada respondona, tremenda concepción que resume toda una visión de la más rancia carcundia. ¡Horror de los horrores! ¡la criada! Y respondona!!, pero esta vez era catalana. En los buenos tiempos en que se podía tener servicio, se tenía una ama vasca, una cocinera castellana o gallega, y unas tatas extremeñas o andaluzas, que tienen un acento muy gracioso y cantan. Que esa gente antipática, que habla una lengua extraña en la que, según Adolfo Suárez, protomártir de la democracia, no se podía explicar la teoría de la relatividad (sic!), que manejan el dinero como si fuera suyo, quisieran un estatuto ampliado que, prácticamente, les permitiera hacer lo que les diese la gana, no era de recibo. Es que con eso se quedan con todo: las olimpiadas, los parques temáticos que funcionan, los congresos de móviles, las carreras de Fórmula 1, prohiben los toros y ocultan a los niños la gesta de Don Pelayo. ¿A dónde vamos a llegar? Da igual que hayan sido capaces de que su estatuto se aprobase en su parlamentillo y en eso del Congreso, que ya se sabe que es un circo. Se usa un tribunal fantasma con un miembro muerto, otro recusado porque ¡qué ocurrencia!, escribió una vez un ensayo sobre Cataluña y, con el voto de calidad de la presidenta, le damos un cepillado al nuevo estatuto que no lo va a conocer ni la madre que lo parió (bueno, eso lo dijo también Alfonso Guerra, pero era para otra cosa). Y, hala, a tomar aire el “estatut”.
¡Qué pesados esos catalanes! Todo el día haciendo manifestaciones pacíficas de millones, que luego no dejan ni un papel en el suelo. Y sin incidentes, los cabrones. Y venga a cambiarse de camiseta para que se vea bien en la tele desde los helicópteros. Sus presidentes son unos maleducados que, además de hablar esa dialecto que no entiende nadie, hablan también en inglés y en francés, solo para joder delante de las teles extranjeras.
Se les ha subido el pavo y van a por todas. Montaron una cuerpo de guardias, eso que llaman los “Mossos”, que ya iban bien para guardar prisiones y trasladar presos y, si acaso, regular el tráfico. Pues no van y desarticulan una célula yihadista que acababa de causar una masacre en las Ramblas de Barcelona, y un guripa de ellos se baja a tiros a cuatro malajes él solo. “Pero ¿quién le ha dado fusiles de asalto a esta tropa? ¿Y quien les ha adiestrado a tirar?” Pues el Mossad, su señoría, que tiene mucha práctica y mala leche.
Encima el más mayor, que es un guaperas de anuncio de Nespresso, se queda con todas las cámaras cuando explica la aventura. (Eso no se lo perdonan los picoletos, que son muy suyos y van a por él. Por eso y porque si sigue ahí, les va a levantar el barullo del imán yihadista confidente durante años, y a saber qué más)
A pesar de que el estado corporativo, todo él junto y revuelto, porque eso de la separación de poderes es una cursilada de Montesquieu, les ha montado a los catalanes una maraña de querellas, denuncias e interlocutorias, encarcelado inocentes líderes que pasaban por allí y ahora va a hacerlo con su lehendakari y todos sus conselleiros, para evitar que cometan la locura de vivir por su cuenta. A pesar de que les amenazamos con lo del choque de trenes, han dicho que, venga, a cagar a la vía, y se van por la otra que es de gran velocidad. ¡Maldición! Si se van a vivir por su cuenta, ¿de qué vamos a vivir los demás? Es que hay que darse cuenta. No respetan nada. Ni la sagrada unidad de la patria. Bueno, claro. También es cierto que tampoco la respetaron los portugueses en Aljubarrota. NI los argentinos, ni los chilenos, ni los colombianos, ni los bolivianos, ni los ecuatorianos ni, ¡horror! los mexicanos de Nueva España. A los filipinos los vendimos por 20 millones de US$, mientras que unos sonaos se quedaron en Baler para ser los últimos, pero lo de Cuba fué un desastre. Es que ya no queda ni Ifni.
Pero el estado corporativo tiene muchos recursos. Aparte, desde luego, de los mil picoletos amontonados en un ferry con las bordas pintadas con dibujos de la Warner (That’s all, folks!!) y varios miles más por ahí en hoteles y cuarteles improvisados, tiene sus representaciones en el exterior comprometidos. Sobre todo con el Margaritis ese, que está casado con una sobrina de Rodrigo Rato que lo tiene cogido por yo ya sé dónde, y como se desvíe del guión, aprieta.
Además cuenta con la cooperación incondicional de los falangistas de Ciudagramos, que están convencidos que son la reserva de Occidente y que algun dia llegaran a presidentes de la federación española de waterpolo u otro enchufe así. Y la no menos incondicional pero, eso sí, vergonzante, del PSOE.
Con esos mimbres, el estado corporativo ha tejido una maraña que le permite, primero y sobre todo, cubrir la corrupción rampante del partido estrella, el PP. Y después una pulsión para su perpetuación en los siglos venideros. Y no van a ser estos puñeteros catalanes, con sus banderitas, sus manis y sus estatutos lo que vayan a impedirlo.
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