Thursday, March 26, 2020

Neumonia atípicas

Cuando los médicos aplican el calificativo de "atípico" o "atípica" a un diagnóstico en realidad están expresando un grado de incertidumbre e inseguridad. Cuando algo se manifiesta de forma atípica es de temer que no responda a los presupuestos en cuanto a forma de presentación, tratamiento o pronóstico. El caso de las neumonías atípicas es, si se me permite, típico.

Andaba yo en el que resultó ser mi último año de formación en el Hospital Infantil de la Universidad McGill, trabajando en la unidad de investigación de enfermedades pulmonares, que una mañana y sin más aviso previo, mi jefe me encomendó la presentación de un caso en la Sesión clínica general del hospital. No me ocupaba entonces de casos clínicos, liafdo en el laboratorio, pero me hice con el historial y pensando que simplemente se trataba de exponer el caso, no se me ocurrió consultar ninguna bibliografía. Pero cuando acabé de presentar el caso, esperando que alguien iniciase la discusión, la todopoderosa y estupenda Jefa del Departamento, la Dra. Mary Ellen Avery, la emprendió con una serie de preguntas casi equivalentes a un examen oral. Cuando apenas podía balbucear respuestas inconexas, a la vista del desastre, salió en mi auxilio el recientemente nombrado jefe de la Unidad de Enfermedades Infecciosas, Melvin Marks, un joven médico judío guaperas que, andando el tiempo, hizo una extraordinaria carrera en Canadá y los USA. Fue un buen quite, porque la Dra. Avery todavía estaba evaluando a la nueva estrella de su equipo y se desentendió de mi y mi ignorancia y redirigió sus preguntas al Dr. Marks. Nunca lo había pasado tan mal en un entorno académico.
Pasé un tiempo lamiéndome las heridas e intentando entender y aprender las neumonías atípicas. Para los no entendidos en Medicina y, brevemente, las neumonías atípicas son eso, pulmonías, infecciones del pulmón, pero que se deben a otros microbios y, también, se comportan de forma diferente a las neumonías típicas. Las típicas, o así se consideraban en los textos médicos de hace medio siglo, eran las más comunes, generalmente debidas a un microbio concreto. Tan concreto que se ha dado en llamar neumococo o, en terminología taxonómica latina Diplococus pneumoniae. Es, o era, la pulmonía típica a la que se refiere la gente (las madres) cuando hace frío y te dicen que te tapes, no vayas a coger una pulmonía. El neumococo habita ocasionalmente entre los microbios que tenemos en la nariz y la garganta. Un cambio brusco de temperatura puede disminuir las defensas y hacer que el microbio se haga más agresivo y nos infecte los pulmones. Por fortuna la mayor parte de las cepas de neumococo son sensibles a los antibióticos de uso más común, notablemente la penicilina, y eso ha reducido la pulmonía típica a una de esas enfermedades que hoy día se curan, cuando hace unos decenios mataba gente a puñados.
Las neumonías atípicas lo son porque se comportan diferente y las causan otros agentes infecciosos. Por ejemplo las Clamydias, responsables también de infecciones del tracto genital de las mujeres jóvenes y la Psitàcida, que la transmiten las aves domésticas como los loros, como seguro que habéis oido hablar alguna vez. O la Legionella, esa que anida en los aires acondicionados y mata ancianos cada dos por tres. También algunos virus y, muy singularmente, una agente llamado Mycoplasma pneumoniae. El mycoplasma produce neumonías, sobre todo en niños y gente joven y en ocasiones pude evolucionar a un cuadro grave.

Lo de la colza.
Los más viejos del lugar es probable que les suene lo de neumonía atípica relacionado con una epidemia horrible que tuvo lugar en España, singularmente en Madrid en la primavera de 1981: la conocida como la enfermedad del aceite tóxico de colza.
La actual situación epidémica de CoViD-19 me ha llevado a recordar aquel desastre, que causó 800 muertes inmediatas y más de 3000 en períodos posteriores, de entre los mas de 35.000 afectados.
Al presentarse los primeros casos y constituirse como un brote epidémico, las autoridades sanitarias de la época respondieron con los ahora ya bien conocidos palos de ciego e informaciones contradictorias. Los casos más graves inicialmente afectaban el sistema respiratorio y, como no lo hacían de forma "típica", se adelantó el diagnóstico de Neumonía Atípica y se atribuyó al más arriba mencionado Mycoplasma. De ahí vino lo del "bichito". En una desgraciada intervención ante los medios de comunicación, el a la sazón ministro de Sanidad afirmó que el agente causal del brote epidémico era "...un bichito que, si se cae al suelo, se muere..."
Que los ministros de Sanidad, o ahora de Salud, sean unos imbéciles impresentables forma parte de una ya larga tradición que, como vemos actualmente, no se ha roto. (Hagamos una notoria excepción con Ernest Lluch, que no hace más que confirmar la regla). Al poco se hizo evidente que la epidemia se trataba de otra cosa, el ministro fue suavemente depositado en la papelera de la historia y el partido en el gobierno, la Unión del Centro Democrático, recibió otra estocada de muerte, apenas superado el golpe de estado del 23-F, que le condujo a su desaparición.
Para los curiosos quiero recordar que la verdadera causa del síndrome tóxico atribuido al aceite de colza desnaturalizado sigue siendo un misterio. La entrada que figura en la Wikipedia en español da unas cosas por sentadas que no se reproducen en la entrada de la Vikipedia, en catalán, mucho más extensa y que, al final, aporta un listado de publicaciones críticas con la versión oficial.
Mientras tanto, los sucesivos gobiernos españoles han mantenido, dentro de la estructura del Instituto de Salud Carlos III una unidad para el estudio del síndrome tóxico que llegó a tener 600 investigadores que, lo creáis o no, no han conseguido demostrar el verdadero origen de la intoxicación más allá de unas coincidencias epidemiológicas bastante dudosas. Puta mala conciencia o, quizá, simplemente un fraude más del "deep state" que, como en los versos de Machado, desprecia lo que ignora. Hace unos años The Guardian ofreció un elegante reportaje titulado "Cover up" aquí enlazado, describiendo el fraude y su "tapadera" (in English).

Lo del coronavirus.
El coronavirus responsable de la CoViD-19 (acrónimo de Corona-Virus-Disease, más el año 2019) causa una neumonía atípica especialmente grave al distorsionar la respuesta inmunitaria del organismo. Esa respuesta, vehiculada por una estructuras enzimáticas conocidas como citokinas, altera gravemente la estructura de los alvéolos pulmonares, donde se debe realizar el intercambio de los gases de la respiración. De ahí que mientras evoluciona la enfermedad se hace necesario el soporte a la ventilación con un aparato mecánico, un respirador. Con eso se intenta ganar tiempo para que la misma inmunidad se reordene y elimine el virus y el paciente sobreviva. Si el paciente tiene otras enfermedades o es un anciano cuyas defensas inmunitarias puedan estar debilitadas, puede no tenerse ese tiempo y causar la muerte. Un mal bicho. Y los médicos hacen lo que pueden.

Mientras tanto, el gobierno actual, y más concretamente su ministerio de Sanidad, reproduce la inoperancia, despiste y estulticia que rodeó la epidemia tóxica supuestamente por el aceite adulterado del 1981. Y no es de extrañar, por más de un motivo. Uno importante es que el Ministerio de Sanidad dejó de existir para todos los efectos prácticos a finales del siglo pasado, cuando se hicieron efectivas las transferencias de las competencias en materia de Sanidad a las Comunidades Autónomas españolas. El ministerio, en el cavernoso edificio del número 18 del Paseo de Prado, que había sido antigua sede de los sindicatos verticales del franquismo y que está casi vacío, retuvo solo las competencias en materia de Sanidad Exterior, la Agencia Española del Medicamento y una supuesta y nunca ejercida Alta Inspección. Y el más arriba mencionado Instituto de salud Carlos III. Allí no quedan muchas mentes pensantes, refugio de cargos y carguillos que los sucesivos cambios de gobierno no hacen más que mantener.
El gobierno del PSOE, tan federalista, perdió una oportunidad dorada de dejar que las CCAA, que tienen los recursos asistenciales, conocen su entorno y características de la población, se hiciesen cargo de la respuesta asistencial. Mantenerse por encima, ofrecer todo los apoyos y facilitar los contactos comerciales para el suministros de material, medios y fármacos y vacunas y que se apañasen con los problemas de la contención de la gente hubiese sido más inteligente. Si no les iba a todos por igual, allá se las arreglasen compitiendo en una liga de ver a quien se le morían más pacientes. Lo que sí que debe corresponder la gobierno central es la gestión del desastre económico y, al menos, intentar mediante políticas específicas atenuar los efectos del parón de actividad, aplazar impuestos y regular gabelas y alquileres, que para eso si tiene atribuciones e instrumentos.
Pero les puede el centralismo, de otra forma dicho, el madrileñismo militante. Siendo un poco cínicos, si, encima, el desastre se cernía principalmente sobre Madrid, dejar que allá se las componga la psicópata de la Diaz Ayuso. Pues no. Y además está lo de Cataluña. Algún genio monclovita avistó una oportunidad de asestarle un golpe serio al independentismo. La perversilla de Soraya Saez ya lo intentó cuando lo del atentado yihadista-CNI del 17 de agosto del 2017. A media tarde andaba a gritos por los pasillos de la Moncloa agitando papeles diciendo: "¡Ya está, ya está!!. Mandamos el ejército". Una llamada al Estado Mayor de la Defensa, que enseguida preguntaron cómo tenían previsto pagar los desplazmientos y horas extras y se acabó el negocio. Ahora se trataba de quitarle poderes al Quim Torra y, por fin, poder mandar el ejército. No se me oculta que alguna intervención ha tenido el, así llamado, jefe del estado que en cosas de los militares mantiene una linea de mando robusta. Con el culo escocido por la revelación de algo conocido por todo el mundo como los tejemanejes financieros del rey viejo, intentar poner distancia y reclamar la sacrosanta unidad de la nación es una excelente muestra de que le importa más España que los españoles. De ahí la imposición de la presencia de los espantapájaros enmedallados en las ruedas de prensa de cada mediodía, como ya hemos comentado en otra entrada de este blog. Reclamar la unidad y, al mismo tiempo, decretar el aislamiento es una especie de epítome de las incongruencias. De esta vamos a salirnos no unidos, sino separados. Por lo menos 1 metro y medio.
La gente estamos padeciendo una epidemia, pagándola con muertos y otros sufrimientos. Pero me da que el estado central está sufriendo una grave congestión que, dado su estado de senectud y su escasa inmunidad frente los ataques de la realidad, le puede costar la vida.
Como ya se ha dicho, con lo de la globalización, un estornudo en China se convierte aquí en una pulmonía. Atípica.

Xavier Allué


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